domingo, 5 de febrero de 2012

Insomnio





De noche se agudizan los oídos, se dilatan las pupilas y se suaviza el tacto de los dedos. De noche la luz parece brillar con más intensidad, y el silencio gritar más alto.


El tic-tac del reloj se acelera cada segundo. Las gotas del grifo entreabierto pesan, y se rompen en cristales al caer en el lavabo. La madera vieja cruje y chirría en gritos de agonía y la luz azulada del reloj electrónico parpadea con histeria. Siento cada segundo caminando entre los dedos de mis pies helados. Mi cuerpo parece ser incómodo, grande, pesado. Aprieto los párpados y cambio de posición, encogida bajo el edredón. El colchón parece cada vez más rígido, una tabla de madera gastada que no me protege del frío.

La lluvia susurra y se desliza al chocar contra el cristal de la ventana, como arrullándome con dulzura. Y la oscuridad se tambalea, moviendo mi habitación, como una cuna balanceándose. Despacio. Y en susurros, el colchón se desvanece. El tic-tac se apaga, y el goteo desaparece. Y caigo sobre una pluma. Dos horas de libertad subconsciente.

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