domingo, 4 de septiembre de 2016

Pérdida

Dos veces repetí tu nombre.
Dos veces.
Como en eco.
Y mi voz parecía fundirse con el horizonte
como si el viento lo silbara
y las olas dibujaran
tu figura
entre hilos de sal
y agua oscura.

Dos veces miré entre las nubes,
como buscando tu mirada evaporada
como tratando de encontrarte dibujada
a ti y a tu silueta anaranjada
justo antes de que la penumbra
devorase toda la luz
de mi esperanza.

Aquella noche pareció más oscura,
más silenciosa, más solitaria
que nunca.
Aquella noche mi cama
se volvió tabla,
y mi cuerpo endurecido
se cubrió de escamas.
Los párpados recogidos
con pestañas
y las encías apretadas
para encerrar la rabia,
la angustia, la falta.

Y así pasaron los días,
las semanas.
Meses destiñendo de negro
los sueños
cosidos a las sábanas,
enterrando mariposas
bajo la cama 
y quitándome el luto
frotando la piel quemada.

Y ya no te llamo más que a veces,
con voz apagada,
en sueños y con boca cerrada,
dejando charcos de sal

sobre la almohada.