sábado, 9 de julio de 2016

Violencia acallada con violines

Golpeas las ventanas con los puños desnudos.
Los cristales se te clavan
y te crecen bajo las uñas,
como miembros afilados
que te arañan la tez.

Hace tiempo que arrojaste
las vendas que te cubrían las heridas
a la alcantarilla
que escondes bajo tu cama.
La misma que llena de sombras verdes
tu sueño despierto
y te cubre con esquirlas
las pestañas.

Ya no te servían las telas sin ojos.
Demasiado permeables.
Demasiado blancas.
Demasiado encharcadas
para envolver tus manos.
Estaban hartas de escuchar.

Te escondes bajo las sábanas
como asustada del alba.
Como si la luz ardiera en los cristales
que te crecen bajo la carne,
y se te clavan.

Querrías poner el silenciador a tus gritos,
pero no alcanzas tus cuerdas vocales.
Así que aprietas los labios
y recoges con horquillas
 las arrugas
de tu rostro frustrado.

Es violencia
acallada con violines,
con sonrisas de día
cosidas en las mejillas
con hilo de vapor.

Nunca te gustó esta historia.
Los relojes no eran para ti.
"Los pájaros vuelan", decías,
"no caminan agitados
para respetar intervalos
marcados
por esferas
de metal".

Eras libre, te decías
en el desorden
de tu caótica vida.

Pero te atrapó,
oprimiendo tu realidad inventada;
y te alejó de tu feliz engaño.

Y ahora estás perdida
entre las horas, los minutos,
las luces y multitudes,
El ajetreo estridente
de pitidos
en los oídos.
Y las noches,
eternas.
de sudor en las sábanas,
y arañas en los párpados.

Huyes,
esperando que te sigan,
como solían hacer.
Pero se han cansado de seguirte,
y tú
no sabes cómo volver.